En un rincón de la galaxia existe un planeta
muy parecido a la Tierra que está
habitado por superhéroes. Todos y cada
uno de los seres que allí viven tienen alguna
capacidad extraordinaria que se
manifiesta desde el mismo momento del
nacimiento; bueno, no todos.
El Hombre Invisible y la Mujer Incógnita
trajeron al mundo a un bebé absolutamente
normal, lo que supuso un gran problema,
hasta el punto de que ni siquiera
sabían qué nombre ponerle, ya que allí
cada uno recibe el nombre del poder que
ha desarrollado. Al final, convinieron en
que el niño se llamaría Piedra Sencilla,
pues era sencillo como una piedra.
Piedra Sencilla fue creciendo, y la esperanza
de sus padres en que algún día
desarrollaría algún poder se fue desvaneciendo.
Todo su entorno asumió su peculiaridad,
pero tampoco hicieron nada
por integrarle. Así, Piedra se convirtió en
un niño solitario que adoraba los paseos
por el mar, al atardecer.
Durante uno de esos paseos por la playa,
Piedra Sencilla se sentó un momento
1INTRODUCCIÓN
Escuela de superhéroes
Gabriel García de Oro
Ilustraciones de Javier Olivares
2ARGUMENTOESCUELA DE SUPERHÉROES
3
para descansar. De pronto, observó
cómo las olas llegaban rotas a la orilla,
algo muy extraño, pues es en la orilla
donde deben romper la olas. Aguzó su
vista hasta que oteó un pequeño puntito
en el horizonte, el causante de que las
olas llegasen rotas, pero no conseguía
adivinar de qué se trataba. En ese instante
sonó la alarma en el planeta. ¡Es un gigante!
¡Ataquemos! Se oía gritar por todas
partes. Y entonces, el gigante dio
media vuelta y se fue.
En muy poco tiempo se organizó una
Asamblea General para decidir qué hacer
ante tal situación. El Doctor Pantagloss,
que era el jefazo de aquel planeta, instó a
todos a participar en el ataque. Pero Piedra,
como siempre, era la excepción,
pues al carecer de superpoder no podía
colaborar con sus vecinos.
Aquella noche, Piedra no pudo dormir
pensando en cómo podría ayudar a su
pueblo a acabar con el gigante, y tuvo
una idea. Se sumergiría en el mar para
llegar hasta el gigante y, después, le administraría
un somnífero para que, cuando
llegasen los demás, le encontrasen dormido
y el ataque resultara un éxito. Solo necesitaba
un bañador y un somnífero. Ba-
ñadores tenía en el cajón, y, respecto al
somnífero, no tardó mucho en encontrar
uno llamado Tumbum gigantum en la colección
de flores raras de su padre. Y se
zambulló en el mar.
Se sentía cansado, las fuerzas le flaqueaban
y tenía miedo, hasta que perdió
el conocimiento. Cuando despertó, el gigante
estaba junto a él, le había salvado
la vida y, además, era muy simpático.
Mientras desayunaban, el gigante le contó
que él era el príncipe de su planeta,
pero le sucedía lo mismo que a Piedra,
pues era un enano en un país de gigantes;
por eso, había huido.
De pronto, Piedra recordó el ataque,
todos los superhéroes se dirigían hacia
allí para matar al gigante, y quiso evitarlo,
animándole a que huyera. No sabía
qué hacer para ahuyentarle, cuando vino
a su memoria el frasco de Tumbum gigantum;
pero era demasiado tarde, el gigante
se había tomado hasta la última
gota del frasquito y no paraba de reír,
pues en realidad no era un somnífero,
sino un elixir de la risa.
Y llegaron los héroes dispuestos a atacar.
Entonces, el Gran Rey de Gigantia,
el padre de Pequeño Enano, un auténtico
gigante, apareció para enfrentarse al
batallón de superhéroes. La tensión podía
palparse; Piedra Sencilla alzó su voz
para detener el enfrentamiento. Sus palabras
lograron romper los prejuicios de
ambos bandos, el gigante enano hizo las
paces con su padre y antes de irse se fundió
con Piedra en un gran abrazo.
A partir de aquel día, Piedra Sencilla
se convirtió en el primer alumno de la
Escuela de superhéroes que se acababa
de crear, con el fin de que ningún superhéroe
volviese a convertirse en supervillano.
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